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Salomón subió allí al altar de bronce que estaba ante el Señor, en la Tienda del encuentro, y ofreció mil holocaustos. Aquella misma noche Dios se apareció a Salomón y le dijo:

— Pídeme lo que quieras.

Salomón le respondió:

— Tú trataste a mi padre David con especial favor y a mí me has permitido reinar en su lugar.

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